viernes, 29 de marzo de 2013

Carlos Frías

Preparación
Carlos Frías llevaba un par de semanas escribiendo cartas de amor para una mujer de Concepción que no necesariamente conocía, ni existía. De Rostro cincuentón, tres hijos fuera de la ciudad y poco que perder, vivía solo en su casa del cerro Yungay, ocupaba parte del sueldo en pichanguear con los amigos, ir a los boliches y contratar putas. Todo en orden, las ideas claras, los tiempos precisos, el lunes vendería la casa para irse.
La previa
Carlos Frías guardó el diario de vida en el velador. Hacía un poco de calor así que caminó al refri y sacó una chela. Sorbetió una rubia helada mientras ojeaba el diario. El sol se ponía, era hora de salir.
Sigilo
Recorrió avenida Alemania mientras la bahía se anaranjaba con los destellos del ocaso, jeans azules y una pelada avanzada. Llevaba un año en el cerro y se encontró con un par de amigos nuevos. Sonriente, tranquilo, paso lento y manos en los bolsillos.
La Plaza
Carlos Frías se sentó en la plaza Bismarc a escuchar un programa de debate, y se animó a llamar. Criticó el mal estado de algunas micros del recorrido O, mandó saludos y pidió una canción de Sandro.
Cerro Polanco
Verónica Briceño terminaba de tejer a palillo en el cerro Polanco cuando se sorprendió de escuchar a su marido en la radio hablando de micros. Se levantó del sillón y miró por la ventana, Valparaíso se iluminaba con los últimos destellos rojizos de esa tarde de noviembre. Golpearon la puerta.
El Cajero
Carlos Frías caminaba cerro abajo por Ecuador cuando le llega un mensaje breve, “listo” decía. Eduardo Leiva pasó a un cajero automático y depositó 200.000 pesos, el resto lo depositaría cuando terminaran el velorio de su mujer. Ahora tenía que ir a asfixiar a la mujer de Eduardo Leiva y listo. Se iba a ir del país, para no volver nunca.


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