Esa noche nos juntamos con un
gran amigo a tomarnos una chela en una cantina de viejos chichas en Copiapó. Un
poco chatos de una ciudad en que los locales para “estudiantes jóvenes” cobran
igual que los locales de “adultos empresarios italianos industriales”. Tomamos
la alternativa: un local de “viejos chichas”- Lugar amable, donde conversábamos
amenamente de tópicos como las piernas gangrenadas que salen en las portadas de
las cajetillas de cigarros o también cuáles son los tipos de mutaciones a las
que te expones comiendo tomates transgénicos, además de mujeres que no nos
pescan y música que hacen otros.
Reíamos a carcajadas… no, en
realidad no, sólo estábamos conversando en buena onda, pero sin efervescencias,
no somos tan alegres cuando hablamos de minas. En la barra había un montón de
viejitos tomando chela Cristal, algunos jugaban dominó en las mesas y otros
chupaban conversando. En la tele rectangular y moderna del local, jugaba
Huachipato con Cobreloa. Un viejito se enojó y gritó “¡Mira ese conshesumare! Le
pagan como 6 millones de pesos y no es capaz de agarrar una pelota. ¡Si lo
tuviera trabajando en una fábrica no vale ni 40 pesos, el tonto culiao inútil!”
Iba todo bien hasta que un viejo
tomó por la polera al que tiene en frente, lo levanta y lo deja caer sobre la
mesa rompiendo todas las botellas y por cierto a la mesa. Todos se ponen de
pié, le baja a la música el locatario , los apunta y les dice “qué weá están
haciendo”, el viejo del suelo no dijo
nada y se limitó a pararse, mientras se limpiaba. El que lo tiró al piso, dijo
“Oye estamos conversando no más poh”.
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