martes, 10 de abril de 2012

JUVENTUD EN LLAMAS


JUVENTUD EN LLAMAS

/Valparaíso de noche con las nubes cubriéndole/las luces de la ciudad las iluminaban y enrojecían en el frío húmedo de Junio/ Pero no teníamos frío… nos abrigaba el calor del incendio que ardía fuerte, con la plenitud de un edificio que está en el peak de su combustión. Sonreíamos enajenados. Todo perdía sentido en la medida que las brazas de fuego se alzaban al cielo. Entre el calor sofocante y el griterío de la gente te divisé. Estabas con el torso desnudo, sólo llevabas jeans y tu pelo crespo estaba alborotado. Una oscura sombra delataba tu sonrisa y dos líneas dibujaban tus ojos cerrados por el éxtasis. Bailabas alzando alternadamente los brazos. Primero hacia arriba y luego hacia abajo, en una delicada ondulación marina. Lo justo para que tus pechos se menearan en la medida que bailabas avanzando en círculos. Pezones erectos y pantalones apretados marcando las curvas poco pronunciadas de tus caderas. Yo empinaba una botella de vino. Mis labios morados te querían probar y mis dientes morder. Mientras te miraba, un tipo que venía vestido como tú -con jeans y sin polera- danzaba moviéndose con frenesí y mirando el piso. Se toparon/Se besaron. La multitud de fondo nos acompañaba a los tres. Miles de jóvenes extasiados que alzaban los brazos al cielo y explotaban en un gran grito katárquico de libertad y destrucción. Nunca había estado adentro del Congreso. Esta sería la primera y la última visita que haría. A esas alturas nos tenían rodeados y cuando miré hacia el otro lado de la reja un coronel dio la orden de abrir fuego contra los jóvenes que habíamos ahí. “Imbéciles, el fuego no se apaga con fuego”, dijeron los sobrevivientes.

David Ortiz

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