
Recorrer Atacama, el desierto, encontrarte con sus misterios
y pueblos fantasmas me recordó esta costumbre en las rutas del imperio Inca.
Puntos desaparecidos donde floreció la vida y donde no queda nada, sin una
apacheta de recuerdos que permita al viajero encontrarse con el pasado. Nada
para nutrir la memoria.
Pueblos como Las Ánimas, que contó con tren, escuelas y
donde miles de almas compartieron e hicieron su vida en la provincia de
Chañaral y donde ahora no queda nada, solo las huellas de caminos que ahora
llevan al polvo seco de Atacama.
Poblados como Carrizalillo cerca de El Salvador, en donde el
caserío primero fue saqueado, luego desmontado y finalmente sucumbió ante el
relave de mineral que abarrotando las calles como una avalancha de piedras que
enterró sus calles y sus historias, dejándole respirar apenas al cementerio de
la localidad en donde mi madre, mis tíos y mis abuelos llegaron con la
intención de hacer una nueva vida en la pampa y en donde ahora no hay mucho más
allá de lo que está en los recuerdos que aún les quedan en ellos que emigraron
a Copiapó y los viejos pirquineros que aún viven en El Salado.
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