Se sabe que las noches de bohemia en Valparaíso son agitadas pero lo que le sucedió a D.A.U., un joven estudiante de ingeniería que por temor a represalias prefiere omitir su nombre, fue sacado de una película de zombis. El 25 de agosto salió desde Viña, junto a una prima y un hermano, en dirección a los bares de avenida Errázuriz en el puerto. D.A.U. no tenía muchas ganas pero aceptó a regañadientes. Al otro día tenía que trabajar y puso como condición a sus familiares no regresar tan tarde.

Fue así como llegaron al bar Arena a eso de la medianoche. A las dos de la mañana – no tan temprano como sugirió D.A.U.- salieron del local para tomar locomoción de regreso a Viña del Mar. Pensaban irse en colectivo pero justo pasó una micro de la línea 100 -recorrido Playa Ancha-Quilpué- y la hicieron parar. Subieron, pagaron y tomaron asiento. La micro avanzó un par de cuadras hasta que llegó al paradero de la pasarela que está frente a la disco El Huevo. Allí el micrero se dio vuelta y le pidió a los pasajeros que se bajaran para que abordaran otra máquina. La gente obedeció salvo los primos que decidieron devolverse porque la micro iba demasiado llena. D.A.U. le pidió la plata del pasaje al chofer para tomar otra locomoción pero éste le dijo que igual haría el recorrido hasta Viña, así que era mejor que se sentaran y partió en dirección a la ciudad jardín.

Apenas alcanzaron a recorrer una cuadra cuando el micrero dio un súbito giro en “U” para volver a la plaza Aduana de Valparaíso y así tomar más pasajeros. D.A.U. se molestó y le fue a pedir al chofer que le devolviera el dinero por segunda vez. Fue la chispa que encendió la mecha de una bomba a punto de explotar.
Palos y Fierros
D.A.U. cuenta que mientras encaraba al micrero, el parrillero –el tipo que anuncia los recorridos de la micro y las hace de auxiliar improvisado- se separó de la mujer embarazada con la que iba conversando al lado del chofer y se dirigió corriendo hacia el estudiante para agredirlo.
-Qué te pasa conchetumare, ¿querís la plata? si ya vamos pa Viña- fue lo que escuchó D.A.U.

Al instante el hombre comenzó a golpearlo. D.A.U. se defendió y lo empujó contra un asiento donde el hombre cayó. Inmediatamente el sujeto se paró y sacó un fierro escondido en la mampara de vidrio ubicada detrás del asiento del conductor. Ahí fue cuando el hermano del estudiante se paró a defenderlo. El chofer también se levantó y empezó a pegarle a este último con otro fierro que tenía escondido en la cabina. Los demás pasajeros se mantenían expectantes y la prima de ambos muchachos rompía en llanto al ver cómo le estaban dando sendos fierrazos a sus parientes.
-El tipo se tiró directo a enterrarme el fierro en el ojo, lo esquivé y me tiró otro golpe, esta vez a la pierna- recuerda el universitario.
D.A.U. tomó con las dos manos el metal con que lo agredían y empezó a forcejear con el individuo para tratar de quitárselo. La mujer embarazada –que estaba con el “parrillero” antes de la mocha- se metió a la pelea. Ella, cuenta D.A.U., pescó un palo y comenzó a golpear al hermano de D.A.U. que seguía recibiendo fierrazos del micrero a diestra y siniestra. Fue en ese instante que D.A.U. se percató que su agresor empezó a morderle, en medio del forcejeo por el fierro, el meñique de la mano izquierda. El universitario trató de jalarle la cabeza con la otra mano a su agresor para que dejara de apretarle el dedo con los dientes. Pero el tipo lo mordió hasta que terminó por cercenarle la falange por completo. El joven dice que en ningún momento el “parrillero” escupió el trozo de dedo y que terminó por tragárselo.

Luego del episodio caníbal el hombre se aprovechó que el estudiante quedó fuera de combate y saltó por una ventana de la cabina para echarse a correr por el plan de Valparaíso sin que nadie se percatara con claridad hacia dónde se dirigía.
La detención
D.A.U. recuerda que luego de la agresión atinó a sacar las llaves de la micro y se las guardó en el bolsillo para que el chofer no pudiera arrancar. Su hermano, mientras, seguía peleando pese a que a esas alturas le habían fracturado la mano a fierrazos. La mujer embarazada no paraba de gritar y salió arrancando apenas se abrió la puerta del microbús. Los pasajeros, después del macabro espectáculo, también atinaron a huir.
Cuando el chofer se percató que estaba solo dejó de pelear. “Ahí lo empezamos a increpar para que nos dijera quién era el que me comió el dedo”, cuenta D.A.U. El conductor les dijo que “el tipo del dedo era un flaite que siempre estaba en la calle Bellavista y era un sapo de micro”. Acto seguido tomó sus documentos y se echó a correr por las calles del puerto.
D.A.U., su hermano y su prima se quedaron en la micro vacía esperando a Carabineros que se demoró media hora en llegar al lugar. Cuando aparecieron, el joven les describió a su agresor como un hombre moreno, flaco, que vestía jeans, un polerón negro y estaba junto a una mujer embarazada de pelo oscuro y crespo. Luego los hermanos partieron en una patrulla a constatar lesiones al hospital Van Buren. En el trayecto, uno de los efectivos le pidió a D.A.U. que no manchara mucho la patrulla con sangre. Cuando llegaron al hospital le solicitaron al universitario que escribiera una declaración. No pudo. D.A.U. era zurdo y había perdido parte de su dedo meñique.
Mientras los hermanos estaban en el hospital, la micro era custodiada por carabineros en la Avenida Errázuriz, a la altura del palacio Cousiño. Al lugar llegó un individuo diciendo que era el dueño de la micro y que venía a buscarla. Uno de los policías sospechó de él y le pidió que abriera bien la boca. La tenía llena de sangre. Era Luis Lafarte, el “parrillero” caníbal que le comió el dedo al muchacho y había acudido al sitio del suceso con una mujer en evidente estado de gravidez. Lafarte resultó ser hijo del dueño de la micro y actualmente se encuentra en prisión preventiva. Al igual que el dedo meñique del joven universitario.