Vicente y Gabriela se habían hecho amigos cuando se conocieron en un bar de Valpo. Los presentó un conocido de ellos que tenían en común. Un tal Felipe que había salido a carretear con Vicente y de casualidad se encontró con Gabriela que andaba poniéndole a unos vinos con una compañera del trabajo en el supermercado.
Luego de una noche con unos borgoñas, unos caños en una escalera y un atracón loco en el cerro entre Felipe y la amiga de Gabriela ellos se hicieron amigos. Un poco por evadir tocar el violín y un poco por querer conocerse más, bajaron por un cerro y tomaron una micro a Playa Ancha.
Al pasar los días siguieron conversando por chat. Se juntaron varias veces a comer, y aunque ella no sentía onda con por Vicente, él la miraba al jugo, aunque nunca se le lanzó ni nada de eso.
Un día Gabriela lo invitó a ver una obra de teatro que era gratis. La obra era genial, tenía como protagonista a un pseudo-político a medio andar entre poeta y burócrata que engañaba a la gente haciéndose pasar por experto en planificación centralizada de la Universidad de Motumbo en Moscú. Con ese chamuyo empezaba a tejer favores de ida y de vuelta para armar su red poder y con ello hacerse del control casi total en la alcaldía del puerto de Chañaral en el año 68. En esa estaba cuando un día lo descubre un ruso que andaba de infiltrado en el norte y al verlo así tan buen orador lo mandan becado a Moscú para convertirlo en espía en Chañaral donde finalmente termina sus días muerto a manos de un democratacristiano financiado por el Vaticano.
Después de eso Gabriela invitó a Vicente a su casa. Vivía sola en una pieza de una pensión porteña, se había ido de su casa por problemas con su viejo que cada día era más neurótico con ella. Allí se fumaron unos puchos en las torpederas.
Ahí Gabriela le contó su plan, uno muy sencillo. Vicente aceptó dubitativo, pero al rato se 8convenció. Un mes y medio después Gabriela estaba de pie mirando el romper de las olas en el mar, no había menstruado y el engendro de Vicente vería la luz en unos meses. Vicente en tanto iba por Santiago caminando con dieciséis cartuchos de dinamita bajo la chaqueta.
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