Entro al súper, ya lo tengo identificado. Los puntos ciegos donde no llegan ni los guardias ni las miradas del ojo panóptico de la cámara. Es el Unimarc de Valparaíso.
Jeans, un bolso semi formal, camisa y una afeitada al ras. Un tipo normal que entra al súper después de la pega, despojado de los estereotipos delincuenciales construidos por los medios, la iglesia, el supremo Kaiosama o quien tú quieras.
Ahí voy caminando por los pasillos sin canasto ni carro, identificando las cosas que compraré y las que simplemente me llevaré. Paso a paso, cachando el volumen del público. Me abro un poco el cierre del bolso para lo que viene más adelante.
Saco unos tomatitos, los hecho a la bolsa y la cierro antes que la pesen. 300 pesos. Ahora la abro, me preocupo de que el compadre que pesó la bolsa esté atendiendo a otra gente y paf! Abro la bolsa y me llevo 600 pesos de tomate, por la mitad de precio. Avanzo por el pasillo de verduras y llego al pan, el procedimiento es el mismo.
Llevo las dos bolsas en la misma mano y busco en el pasillo de las “cosas para la once”, tomo un chocolate. Lo llevaré de regalo, ya pensaré a quien. Miro para adelante y para atrás, por si hay guardias. Las cámaras no alcanzan la parte de debajo de los estantes, justo a la altura de los bolsillos. Así que a riesgo de asustar a una de las viejas que a esa hora sacan galletitas, me lo meto al bolsillo.
Pasillo de conservas. Es raro que a pesar que uno haga un trayecto desordenado por el supermercado los guardias están ni ahí con seguirte. Así que un shampoo caro se puede ir en tu bolso. La mano está en saber doblar las esquinas.
Mientras voy con la bolsa con tomates y el pan, muevo el bolso con el antebrazo para que me quede en la parte frontal del cuerpo así me queda la abertura que dejé en el cierre en la parte de adelante. Como ya está abierto, es cosa de caminar con seguridad y chum! pa dentro; se fue el shampoo.
No necesito nada más por hoy, así que voy al supermecado y pago, no le dono el vuelto sino que se lo dejo a la cajera que sonriente sigue con su día como si nada. Me voy sonriendo y de paso le digo “chao gracias” al guardia. Luego subo en la micro a mi casa en el cerro.
¡Pero! esto no es porque sí
Es interesante ver las múltiples razones detrás del robo hormiga. Placer, cleptomanía, teoría política, necesidad o vandalismo. Un poco de todo se mezcla en quienes practican el robo hormiga.
Existió un colectivo catalán llamado Yomango.org que no solo se valida esta práctica, sino también te enseña técnicas de hurto, pero entendido como acto de liberación de mercancías del Capitalismo. Como una propuesta cotracapitalista, ironiza los elementos publicitarios del capitalismo para ir justo en su contra, y desmoronando la lógica de la propiedad privada.
Su reflexión es sencilla: El Capitalismo se ha desbordado a sí mismo y merodea en todo, en nuestra cotidianeidad se hace presa de nosotros, por lo tanto no es loco pensar en sabotearle en el día a día.
Para ello una buena forma de empezar a ver la vida, y el cuestionamiento de la propiedad privada defendida por nuestras leyes que dan más penas aflictivas más severas a un robo que a un asesinato. Para ello Yomango te propone llevar a la práctica algunos de los postulados del manual del estilo de vida YOMANGO.
Como por ejemplo:
6. YOMANGO no es el fomento de la propiedad privada por otros medios. No propone la acumulación de cachivaches y quesos camembert. Consiste en llevar al extremo la libre circulación de bienes. Redescubre la generosidad, el capricho, la indeterminación. Reaprópiate y haz circular, satisface los deseos y necesidades de tus semejantes. Invita en tu casa a cenas YOMANGO. Cuando un desconocido te regala una galleta… eso es YOMANGO.
Lo bueno de yomango, es que además de dar un sustento de ideas al hecho de llevarte cosas del supermercado también te entrega las herramientas que necesitas para llevarte lo que estimes conveniente desde el supermercado o las grandes tiendas multinacionales. Por ejemplo la solución a esos plásticos con cintas magnética en la ropa de tienda. ¿Cómo quitarlos?
“La mayoría de los pitas rígidos se desprenden usando un imán muy potente: los de ferretería no suelen servir, prueba a conseguir uno industrial, hay una fábrica muy interesante en Alcalá de Henares. Por lo demás resulta increíblemente fácil, a veces, hacerse con uno de los que usan en los almacenes mismos: a menudo se lo dejan olvidado en el probador, encima de la mesilla de la entrada o en los cajones, o las cajeras lo sacan de la caja y se lo olvidan en la repisa. Posa la mano encima, te estás apoyando, y retírala luego (no te la vas a dejar allí, ni la mano ni el imán).”
Esta es otra forma de ver el hurto en supermercado. Entender a los objetos que estás llevándote no de forma culposa, sino de forma liberalizadora. Después de todo Ladró que roba a ladrón tiene cien años de perdón. Y no vamos a decir que Wallmart no lo hace también. Y todos los demás supermercados quedan bajo la misma categoría cuando realizan actos como este:
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