Por Don Anónimo
Los ánimos caldeados del último tiempo demuestran que la institucionalidad está desbordada por el descontento social. Cada vez más gente se pega el cacho de que algo no anda bien, es como cuando en los cortometrajes de matrix aparecen imperfecciones como los dejabú y los personajes notan que algo no marcha bien y que la realidad no es tal, sino que es algo que les hacen creer.
Con la actual imposición del imaginario cultural chileno, creo entender el descontento generalizado de las personas. Esa publicidad capaz de generarnos necesidades artificiales, que deben ser cubiertas no con dinero normal sino con créditos usureros que llevan a un tormentoso vivir asfixiantes a millones de chilenos y chilenas, provoca una frustración y descontento generalizados. La creatividad del inconciente colectivo se orienta a la inmediatez y las cosas desechables.
Violencia
Hace unos años cuando los estudiantes ingleses vieron cómo el gobierno les subía los aranceles no hayaron nada más “sensato” que ir y destruir la sede del partido conservador, miles de “civilizados” estudiantes británicos rompiendo todo a su paso.
http://www.youtube.com/watch?v=ww2GWyj9eXc
Por otro lado los “también civilizados” franceses hicieron arder París cuando los sistemas económico y social sumían a una importante porción de la población en una realidad indigna y un futuro incierto. Daban vuelta autos y los incendiaban, lo mismo que pasó en los 60’s en Alemania, Argentina, México, otra vez Francia y también en Estados Unidos.
http://www.youtube.com/watch?v=J6NkDt_Kx6o
Esto sucede uando los representantes institucionales no son válidos para las masas, y el estado no cumple su función de representar a la sociedad. Se produce pues, una disfunción, algo no anda bien y se termina canalizando en desacato a la autoridad y desorden.
El Porteñazo
El día estaba nublado, la marcha comenzó pacífica, buena onda, la gente iba con alegría a decir: “estamos cansados de tanto abuso”, “queremos educación gratis” y otros mensajes similares en los lienzos. De un momento a otro, la marcha pacífica se volcó al Pacífico. Una horda ocupaba Errázuriz, caminamos desde la plaza O’higgins y tomamos posición en una de las arterias más transitadas de Valparaíso a la altura del mercado de frutas.
Brotaron los gorros y palestinas, el ambiente se ponía tenso. Cuando los antagonismos no ven canales de diálogo, los puños se hacen presentes. Se prendió el fuego, a un costado de la barricada el fuego abrigaba del viento que anticipaba la lluvia. Barlovento como dicen los marinos, el viento a favor de los estudiantes porteños, el gas del zorrillo se iría por obra y gracia de Eolo.
Las condiciones estaban dadas, la turba se cohesionó, calle cortada, un gran taco en la ruta que une Viña con Valpo y el humo de las barricadas elevándose. Humo negro tras el cual se veían las FF.EE. de Carabineros.
Dos bandos, algo así como 3oo capuchas, 150 caras descubiertas y como 150 cascos verdes. Datos imprecisos de lo que veía desde el bandejón de Errázuriz, cara cubierta con la kufiyya y chaqueta de cuero para darle el toque “punk”, había que engrupirse con la situación, dicen.
Mis bolsillos ya estaban llenos de “municiones”. Claro las piedras que no rompen huanacos, no afectan a los zorrillos y a final de cuentas no son nada más que en un gesto. Para mí no son más que un acto folclórico de expresión del enojo, poesía sin palabras.
Y ahí estaba sumergido entre reflexiones y divagaciones, en una realidad que se veía turbia previa al enfrentamiento. Comenzaban a caer gotas y carabineros arremetió. Sonó la baliza del zorrillo y el huanaco, avanzaron a mansalva y ¡paf!, gas por todas partes. Corrían lágrimas y se escuchaban gritos de “¡¿Qué weá tiraron los pacos?!”. El gas no era como el típico de la lacrimógena, este tenía otra cosa, algo como amoniaco y cloro. Ese humo blanco de la lacrimógena te cerraba el pecho, te hinchaba los ojos. Para quienes no han sufrido la lacrimógena es como si te echaras ají con pimienta en las cuencas y luego te fumaras una pipa de condimento en una habitación con el aire viciado.
No veía nada, el amoniaco que me prestaron no me sirvió. La gente intentaba avanzar hacia avenida argentina a duras penas. Un ataque gaseoso en las trincheras. Llegué como pude al edificio de la Teletón, en Av. Francia con Av. Brasil, sólo a una cuadra del sector. Allí se me acerca un compadre ”X” y me dice:
-No veo ni una weá hermano, yo me voy pa la casa.
Tal como el compadre “X”, es decir semi cegados y con el pecho obstruído se fueron muchos pa la casa. Al rato me recuperé y volví. Por el contrario de lo que pensaba, la gente en vez de dispersarse se quedó ahí mismo, los encapuchados comenzaban a avanzar como los godos peleando contra los romanos en “Gladiador” y los huanacos empezaban sus ataques razantes.
Un ataque razante es una medida bastante pintoresca, se lanza un huanaco o un zorrillo a toda velocidad y un montón de protestantes se ponen al costado de su trayecto a tirarle piedrazos o bombas de pintura, lo cual termina convirtiendo a los vehículos en malas obras pop art.
La confrontación es bastante sencilla, hay frentes de acuerdo a los ataques de los pacos. El desafío son siempre las micros, esas que llevan a las tortugas ninjas en su interior. Lanzarle piedras a ese siniestro transporte color verde musgo un acto de katarsis.
El Pleito
Cuando se lanzaba la primera línea de ataque corríamos en masa, cientos de jóvenes y algunos viejecillos que apañaron, marchábamos contra la maquinaria verde moho. El agua caía y aminoraba el gas. De todos modos cuando te tiran lacrimógenas a quema ropa desde la micro, terminas sintiendo el gas pimienta carcomiéndote los párpados. Cachando esto, me aseguré yendo en la retaguardia. Cuando la primera línea volvía mermada por el gas, yo avanzaba por el terreno despejado junto a los rezagados para tirar con fuerza los camotes a los pacos.
La mano es lanzar con comba, un tiro relajado como encestando en basquetball. Si tiras en línea recta te salen los piedrazos con la precisión de Bousejour pateando con la pierna derecha, es decir: horrible. Dominando ese tipo de lanzamiento, estás listo. La Katarsis de arrojar “peñascasos” al parabrisas de la fuerza de orden, es mejor que jugar counterstrike o cualquiera de esas mierdas, es la vida real.
Ir y venir, correr y retomar la posición, cubrirse el rostro y abrir un hueco en la pañoleta para respirar aire desde el mar. Los pacos estaban tardando. La bencinera de Errázuriz, que hicieron famosa los medios de comunicación por estar en medio del pleito, se hizo mierda una vez más. Los vidrios rotos, patadas y piedrazos la redujeron a escombros, aunque no hubo saqueo. Yo sólo miraba de lejos, como la Copec, empresa que otrora fuera estatal (Compañía petrolera de Chile), perdía nuevamente su estratégica sede a manos de una lluvia de piedras.
Debo reconocer que me asusté bastante cuando cayó la Molotov en la bencinera, ahí me vino el quiebre con el entorno. Si estaba ahí era para violentar al poder, está bien. ¿Pero qué se gana con volar una bomba de bencina que atrás tiene un edificio departamental?
Apareció un huanaco por la retaguardia, en dirección a Av. Argentina apareció tirando agua limpia a toda velocidad, algo bastante absurdo ya que llovía en el puerto. Me acerqué al “ataque razante” al costado del bandejón. Una, dos… cinco piedras de las cuales tres dieron en la ventana del chofer. Mojado y con una sensación ganadora como la de haber hecho una chuza jugando palitroques en el nintendo Wi noté que todos estaban mirando hacia atrás, ahí fue cuando lo vi, ardiendo en llamas y con la bocina sonando, el famoso auto blanco que quemaron los flaites.
Me acordé de Francia y esas cosas que conozco solo por youtube y por las noticias, de cuando ardió París y del perro anarquista griego, de argentina en crisis con De La Rúa, del comienzo del proceso boliviano en la guerra del agua y dije: “¡Chucha!, esto se desmadró”.
Ahí decidí salirme, ya estaba cansado. Había sido suficiente y cuando llegara el piquete de pacos sería presa fácil. Cambié el frente y me fui caminando en dirección a Avenida Francia. Me encontré con varios conocidos y dije, “hasta acá no más llego yo”. Mis conocidos estaban indignados con lo del auto, lo consideraban lumpen al igual que los destrozos del semáforo, casi un acto contra-manifestante y de hecho los que hicieron eso, ni siquiera eran estudiantes.
Los prófugos del cerro
Luego vino la parte del piquete. Se bajaron de la micro los pacos y empezaron a perseguir gente. Muchos huimos por Avenida Brasil hacia las sedes de la Valpo y la Cato, pero no era suficiente, no todos alcanzaron a entrar.
Un grupo que a todas luces no era universitario empezó a romper un cajero, un cabro chico de unos 12 años, vestido con un pantalón rosado apretado gritaba: ¡Quememos este, sarpaos ql’s!, mientras varios estudiantes lo agarraban a chuchás.
Los pacos se pusieron brígidos. Los estudiantes, los encapuchados y gente que poco tenía que ver con el asunto, pero que empezó a correr cuando vio que todos lo hacían se enfrascaron en una persecución y huida épicas. A la altura de la plaza la Victoria empezaron las FF.EE. a buscar manifestantes. El cerro Bellavista se llenó de prófugos subiendo escaleras. Comencé a correr junto a una compañera por el cerro, la lluvia que caía incesante le daba un dramatismo a la escapada, los dos con el pelo largo empapado y las sirenas de carabineros sonando allá en el plan. Finalmente llegamos a Avenida Alemania, tomamos la micro O y respiramos aliviados, ya no éramos prófugos sino unos resfriados en potencia.
En conclusión
La política es un acto violento, no siempre físico, pero involucra fuerzas en choque y atropellos de unos grupos sobre otros, ya sea en planos psicológicos, culturales, materiales, etc. No es desacertado pensar que la violencia en las calles sea la inversión de la frase que les dije recién: La violencia es un acto político. La representación teatral del orden social en un escenario callejero, expresión cuasi folclórica y litúrgica de descontento.
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