Por David Bicharrako Ortiz
Fabián Araya es estudiante de Sociología de la Universidad de Valparaíso y fue detenido el año 2008 durante la marcha del 21 mayo. Acá va el relato de su detención ilegal y lo que ocurre al interior de las micros de fuerzas especiales.
“Bueno yo estaba en mi primer año de universidad. Venía de una ciudad mucho más pequeña donde no hay
manifestaciones tan grandes o tan masivas como las de acá. A lo más había estado en las marchas pingüinas, pero nunca había visto a la gente peleando directamente con los pacos. Y ese año fui especialmente a ver eso con unos amigos.
Marchamos con toda la gente por Pedro Montt; llegamos al acto cultural que siempre se hace, y esperamos pacientemente a que se rompieran la rejas y empezara el mambo.
Ese 21 después del acto cultural, en el parque Italia, empezó la persecución de los pacos contra los manifestantes.
Fueron correteando a la gente hasta la plaza La Victoria, donde me quedé en la vereda con unos amigos mirando cómo peleaba un piquete de tortugas ninjas contra un montón de manifestantes. Estaban métele agarrando a lumasos a los cabros que les tiraban piedras, mientras a lo lejos el huanaco tiraba chorros de agua por los alrededores de la plaza.
Eso estaba mirando cuando me volteo a conversar con mis amigos y siento un tirón en mi mochila, era un carabinero que me había pescado. La gente alrededor gritaba: '¡Pacos culiaos, no está haciendo ná!'. Yo asustado y sorprendido me di cuenta que se me estaban cayendo los pantalones, porque ese día entre lo dormido que estaba en la mañana y la caña del día anterior, no me puse la correa y se me empezaron a caer los pantalones en el peor momento imaginable.
Mientras forcejeaba con el paco para que no me llevara, y al mismo tiempo jalaba mis pantalones para que no se cayeran, miré al frente mío y había una pared de periodistas y camarógrafos sacando fotos y grabando. Lo único que pensé fue 'chucha se me van a caer los pantalones y estos weones me están grabando', no atiné a gritar ni nada, estaba shockeado y sólo me preocupaba no mostrar mis calzoncillos a todo Chile.
Indefenso y sin posibilidades de que alguien me rescatara, otros seis pacos se sumaron al que me había pillado y entre todos me metieron a la fuerza en la famosa micro verde. Yo fui el penúltimo en entrar antes que se llenara.
La micro tiene asientos en los costados, son como bancas largas de madera y al medio tienen un pasillo angosto, donde nos sentaron a todos. Era terrible incómodo e ilógico, no entendía por qué habiendo asientos nos tenían en el piso. Incluso había un weón que me tenía la rodilla en los cocos, y no podía moverme ni yo ni él. Fue horrendo, más encima lo que pasaba alrededor… era terrible.
Cuando estaba ahí esperando que partiera la micro miré alrededor y entre tanta gente dije: ‘Puta yo no hice ná’, y los que estaban alrededor mío, incluyendo el que tenía su roddilla en mis testículos dijeron: ‘yo tampoco’. En eso subieron una mina que llegó puteando a todo el mundo, y era la única que lo hacía, los demás estaban piola y era la única mina en la micro, después de ella vino el escándalo.
Subieron a un punki que cuatro pacos tenían tomado de las piernas y los brazos, y que no paraba de forcejear tirando patás a las cabezas. Al punki lo tiraron al piso de la micro al lado de la entrada. El wn se seguía defendiendo a patás. Mientras cinco pacos trataban de reducirlo sujetándolo por los brazos y las piernas, otro pasaba por entremedio de la gente pisando descriteriadamente y diciendo que apagaran las cámaras y los celulares. Entonces empezaron a pegarle en la cabeza al punki con un plástico duro, era como una manopla y el anarco se seguía defendiendo en el piso. Todos los demás estaban callando y un poco asustados. Yo creo que Los Muertos de Cristo hubieran estao orgullos del punki. Como los pacos no podían inmovilizarlo, otro paco, seguranmente más viejo separó a los que estaban en la piernas del punk, levantó su bota y le pisó los testículos como si estuviera moliendo una lata de chela vacía. El wn gritaba y gritaba de dolor, y no dejaba de pegar. Pasaron como 30 segundos y otro paco de los que estaban tratando de sujetarlo, le pescó el pié al punketa y no hayó nada mejor que doblárselo al punto de que se lo quebró. Ahí el punki gritó como un perro atropellado y se quedó quieto, había perdido el conocimiento seguramente.
Cuando la micro por fin partió, pasó una weá que no me esperaba. De los compartimientos que estaba arriba de las ventanas de la micro, caían botellas de Heiniken. Los pacos andaban, no sé si curaos, pero sí tomando antes de ir al choque.
Mientras avanzaba la micro por Blanco a la altura de la Sotomayor, se escuchaba a los pacos decir
Por último, cuando llegamos a nuestro destino supe a dónde llevan las micros verdes: a la primera comisaría de Playa Ancha. He tomado micros a Playa Ancha a las 5 de la mañana, y siempre es una experiencia bizarra, pero esta vez debo decir que fue horrible.”
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