Pelotones de condenados salen cada noche a llenar las degeneradas rutas que drenan el mundo.
Todos buscan algo parecido, todos idolatran la auto-antropofagia, la coprofilia neuronal y la egofilia.
Un mundo de espejos individuales incapaz de solventar el alma colectiva de un espíritu inmanente en los rostros alienados que se iluminan con cristal líquido, el mármol de vidrio que petrifica tu esencia banal y corrompible.
La no-vida se convierte en una posesa doncella convulsionando en los antejardines de una mansión satírica.
La luz a nadie conviene. En oscuras es más fácil probar las golosinas tabúes de un suspiro en la penumbra.
Tengo algo de temor. Cien encorvados hombres, armados con fusiles y cargados de cantimploras con vino rancio saldrán esta noche a vaciar las casas.
-¿Salvarse?
-Marca tu casa con la sangre caliente de un recién nacido. Para que te sea más fácil piensa en que no sería la primera vez que lo haces, la diferencia radica en que antes no te habías dado cuenta.
Tus culpas no solo están donde llega tu mano, tus culpas están más allá de donde sopla el viento.
La suerte está echada. Ya van marchando encorvados en las tristes calles humeantes de gas metano, tan fétido como siempre.
A paso firme se distribuyen donde El Zar, El Pastor y el Rabino. Las verades se cuecen en prostíbulos de reverencia.
Sus botas negras resuenan sobre las secas hojas del otoño de tu tiempo. Nada es eterno ni siquiera la muerte.
Los jueces son parciales, abrazan su condena antes de que pienses en lamentarte.
Amén.
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