jueves, 12 de julio de 2012

Cosas de moda: Escribir sobre Salazar, marchar contra un sistema abusivo y reflexionar por internet.

Un joven escucha con paciencia. Está en la sala de clases de una universidad pública, de la Universidad de Playa Ancha -ex pedagógico de la Chile a la cual dividieron de su alma mater por fuerza-. Está atento, empieza a entender qué es el neoliberalismo, escucha hablar de tasas de interés por un sistema de financiamiento perverso y adopta nociones de qué es el sistema binominal. Aprehende (con h) palabras como orgánica, radicalización o asambleísmo. Toma conciencia entonces de su situación y rol social.

El joven se pierde entre las cabezas y cuerpos de los veinteañeros participantes de una pequeña ágora universitaria. Hay una asamblea en marcha y más que una clase académica es una lucha de clases desde la academia. Es la autoeducación, ese concepto que usa Gabriel Salazar cuando explica el fenómeno de una sociedad capaz de revisarse a sí misma para aprender la experiencia histórica. También es un acto de soberanía, un grupo de chilenos que tomar arte y parte en su devenir histórico.

Fenómeno que se arrastra como consecuencia de las tomas, marchas y paros pingüinos del 2006. Hechos repetidos desde ese entonces así como también lo son las siguientes imágenes: Vehículos verde musgo en llamas. Chorreantes de pintura rosada, verde limón y Calipso. Es el descontento popular en acto, que puja por una estética del descontento expresada en el desacato a la autoridad. Una sociedad hartada del abuso de un sistema autoritario, que sale a la calle y se desparrama haciendo que el estatus quo ponga el grito en el cielo y le ponga cierre al bolsillo.

En la calle vemos y escuchamos cosas como “Estos cabros salen a puro dejar la cagada”, frase que oí de una señora se toma la cabeza en avenida Uruguay. Era el tiempo más álgido de las movilizaciones y en verdad estaba harta de que le cerraran el local donde vende pescados por cada marcha.

Ella no tiene la culpa de que los estudiantes peleen con los carabineros en el mismo lugar en que trabaja. Quizás no tenga la culpa de que el Congreso esté donde esté y sea ella la que tenga que pagar el pato por una decisión de “regionalización” tomada desde el centro por la dictadura de Pinochet.

Pero al mismo tiempo es de ahí que emana la escena de jóvenes corriendo, pacos reprimiendo y gente descontenta con todos los anteriores. Y es que quizás esa situación no ocurriría si se tuviera plena conciencia del poder constituyente. Si ella con otras señoras, se organizaran a debatir y autoeducarse estaría votando no por Piñera, sino que por ella misma. Tendría conciencia y dominio del poder constituyente, como el estudiante que bajó durante el 2011 y que sigue bajando a las marchas.

Ese mismo poder constituyente es el que funda y legitima al estado, y en 1828 era defendido en la misma ciudad, en Valparaíso. Con una asamblea ciudadana que ponía en marcha una carta fundacional democrática y que fue borrada con un golpe de estado elaborado por Diego Portales.

Un proceso de asambleísmo y toma de conciencia de la soberanía popular que llevó a sesionar a los diputados de las regiones a Valparaíso y redactar una carta constitucional democrática, inclusiva y participativa.

Constitución plenamente legítima, validada con diputados elegidos democráticamente en sus respectivas circunscripciones y en la que se daba auge a las libertades democráticas de un pueblo que quería ser dueño de sus destinos. Constitución defendida por el ejército de Ramón Freire –el único chileno que ha sitiado Buenos Aires, que fue corsario y además un pensador ilustrado- fue abolida y borrada por las hábiles movidas del señor que tiene su corazón siempre en Valparaíso, ya que el ánfora con su músculo cardiaco está resguardada en la catedral de la ciudad al frente de la Plaza Victoria.

Ahora Valparaíso tiene un gran edificio legislativo en donde se aplica al pié de la letra la constitución del 80. C° redactada en el gobierno de aquel porteño infame que ocupó el poder del 73 al 89, luego de arrebatárselo a otro porteño ilustre que sí llegó al poder por soberanía popular y que terminó peleando solitario con una metralleta cubana contra el ejército de su propio país.

Ese sería el poder a recuperar, dice Salazar. Y es por ello que ese estudiante que estaba en la asamblea aprendiendo y aprehendiendo, que decidió salir a la calle a reclamar lo hace, porque tiene una noción de su granito de poder, de soberanía. Mientras la señora se toma la cabeza, él se toma los arciales de la mochila y corre con enojo, porque le parece injusto y antidemocrático el sistema legal que lo deja sin opción cuando vota (sistema binominal), sin beneficios cuando cotiza (sistema de AFP) y sin derecho a educarse (Educación de mercado).

Es un poco por ambas cosas que la señora que durante el año pasado tenía que cerrar su local y el estudiante decidió bajar a marchar. Una por consecuencia de todos los procesos involucrados y la falta de conciencia sobre el acontecer, y el segundo por el descontento permanente de la clase popular que se autoeduca y mantiene en la memoria histórica los hechos que llevaron a que las cosas sean como son. Autoritarismo y falta de legitimidad.

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